miércoles, 30 de enero de 2013

Cachetes


El cachetes salió de su casa esperando que en el azoton que propino a la puerta quedaran sus frustraciones y dolores que a lo largo de los últimos años se habían abarrotado en su espalda como esos animales marinos que se pegan a la coraza de los barcos, alguna vez el escucho que preferían cambiar el pedazo de barco ya que era casi imposible hacer que esas malditas cosas se despegaran, sintió más hartazgo al saber que nadie le podía cambiar el pedazo de alma donde se le había aferrado la separación reciente con su mujer la distancia con su pequeña hija,  aun la última noticia de que la mujer que el aun amaba con toda el alma había decidido rehacer su vida con un nuevo individuo, al que ya ella llamaba “niño” el mismo sobrenombre que otrora suyo era.

El ruido de la puerta desvencijada y roída por el tiempo en nada aplaco su impaciencia, camino media cuadra hacia el expendió de abarrotes, tratando de quitar de su mente su mierdera vida y las constantes ganas de acabar de tajo con su dolor y tratando de pensar en otras cosas , cualquier asunto diferente al dolor, un saludo seco con la señora que desde hace mas años de los que se pueda acordar a vivido esa tienda, una cerveza tamaño mega para tratar de ahogar recuerdos tamaño jumbo, se enfila hacia el punto de reunión de drogadictos y alcohólicos del barrio, un cigarro de guerra previamente forjado, el ruido de una patrulla, chiflidos y mentadas de madre, las risas de los viejos marihuanos que cuentan sus historias de cómo a ellos en sus tiempo la “tira” les pelaba los dientes y de cómo inclusive los retaban a quitarse el uniforme para poderse dar un cerrón de huevos, alguien  pone leña en la fogata, más de medio cigarro y los estragos comienzan a sentirse o  bien ya nada se siente igual, el dolor es aun  profundo, trató de apagar el fuego de su alma con unos generosos tragos de cerveza, nada funciona, la cerveza y el cigarrillo se han acabado y el cachetes se siente un poco peor que cuando azoto la puerta, solo que ahora el mareo y la güevonada hacen que solo piense en seguir llorando sus penas, en comprar una botella de liquido mas y hacer otro porro, tratar de llegar a un punto donde sea imposible ligar cualquier pensamiento, anular la posibilidad de saber inclusive nombre y dirección, pasado y cualquier  dato que haga recordar a cachetes, después de una buena dosis de depresivos y risas falsas, como puede se incorpora, trata de aclarar la vista apretando sus ojos con sus dedos, poco habla al irse ya bastante dopado, su soledad sabe, lo espera  de nuevo en casa, por segunda ocasión en el día, la puerta se estremece abriéndose de un solo golpe esta vez sin ninguna intención, es solo la cabeza de un borracho chocando con una puerta de lamina vieja, un perro que le ladra al que etílicamente trata de morir, después de acumular en la espalda animales que chupan vida y sueños, quien  trata de olvidar desgastando un recuerdo.  

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