El cachetes salió de su casa
esperando que en el azoton que propino a la puerta quedaran sus frustraciones y
dolores que a lo largo de los últimos años se habían abarrotado en su espalda
como esos animales marinos que se pegan a la coraza de los barcos, alguna vez
el escucho que preferían cambiar el pedazo de barco ya que era casi imposible
hacer que esas malditas cosas se despegaran, sintió más hartazgo al saber que
nadie le podía cambiar el pedazo de alma donde se le había aferrado la
separación reciente con su mujer la distancia con su pequeña hija, aun la última noticia de que la mujer que el
aun amaba con toda el alma había decidido rehacer su vida con un nuevo
individuo, al que ya ella llamaba “niño” el mismo sobrenombre que otrora suyo
era.
El ruido de la puerta
desvencijada y roída por el tiempo en nada aplaco su impaciencia, camino media
cuadra hacia el expendió de abarrotes, tratando de quitar de su mente su
mierdera vida y las constantes ganas de acabar de tajo con su dolor y tratando
de pensar en otras cosas , cualquier asunto diferente al dolor, un saludo seco
con la señora que desde hace mas años de los que se pueda acordar a vivido esa
tienda, una cerveza tamaño mega para tratar de ahogar recuerdos tamaño jumbo,
se enfila hacia el punto de reunión de drogadictos y alcohólicos del barrio, un
cigarro de guerra previamente forjado, el ruido de una patrulla, chiflidos y
mentadas de madre, las risas de los viejos marihuanos que cuentan sus historias
de cómo a ellos en sus tiempo la “tira” les pelaba los dientes y de cómo
inclusive los retaban a quitarse el uniforme para poderse dar un cerrón de
huevos, alguien pone leña en la fogata, más
de medio cigarro y los estragos comienzan a sentirse o bien ya nada se siente igual, el dolor es aun profundo, trató de apagar el fuego de su alma
con unos generosos tragos de cerveza, nada funciona, la cerveza y el cigarrillo
se han acabado y el cachetes se siente un poco peor que cuando azoto la puerta,
solo que ahora el mareo y la güevonada hacen que solo piense en seguir llorando
sus penas, en comprar una botella de liquido mas y hacer otro porro, tratar de
llegar a un punto donde sea imposible ligar cualquier pensamiento, anular la
posibilidad de saber inclusive nombre y dirección, pasado y cualquier dato que haga recordar a cachetes, después de
una buena dosis de depresivos y risas falsas, como puede se incorpora, trata de
aclarar la vista apretando sus ojos con sus dedos, poco habla al irse ya bastante
dopado, su soledad sabe, lo espera de
nuevo en casa, por segunda ocasión en el día, la puerta se estremece abriéndose
de un solo golpe esta vez sin ninguna intención, es solo la cabeza de un
borracho chocando con una puerta de lamina vieja, un perro que le ladra al que
etílicamente trata de morir, después de acumular en la espalda animales que
chupan vida y sueños, quien trata de
olvidar desgastando un recuerdo.
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